viernes, 20 de mayo de 2011

Quiero que me digas

Cinco en punto de la tarde.  Llaman al portero electrónico al que, por cierto, mi promotor puso un sonido molesto de narices. Me levanto del sofá más cabreao que Mourinho en una semifinal de la Champions contra el Barça para ver quien osa a interrumpir mi ansiada siesta. ¡No puede ser. Son ellos. Estos de lo público llaman a mi puerta!



Por si no tuviésemos bastante a la hora de comer con las cojoneras llamadas de las operadores de telefonía móvil e Internet ofreciendo sus servicios, sin yo solicitarlos, ahora los políticos, como si de vendedoras de Avon se tratase, llaman a mi puerta a la hora que saben que más o menos toda la familia suele estar por casa. Como si de inteligentes felinos se tratase, nos observan, están pendientes de cada moviendo, de cada detalle para atacar al futuro votante llegado el momento.

Quieren que conozca de primera mano cuales son sus propuestas de futuro para mí y para los míos. Quieren convencerme de que su programa electoral es mejor que el de los otros porque ellos dicen la verdad. Es curioso. Los otros me dijeron lo mismo de estos el día que pasaron por mi bloque.

Quieren mostrarse cercanos y preocupados por mis demandas e inquietudes. Quieren saber que pueden hacer para mejorar mi entorno, mi calle, mi pueblo. No hay problema, te lo explico en cuarenta y siete segundos y medio.

Toma nota, notas:

1.       Quiero que me digas e incluso me expliques ya que estás aquí,  por qué vienes ahora a mi casa cuando en los últimos cuatro años no se te ha visto el pelo por el barrio, ni de noche ni de día. Vamos, que aquí nadie te conoce.

2.       Quiero que me digas cuando voy a poder salir a pasear con mis hijas sin tener que estar esquivando mierdas de perro cada metro y medio y de paso, quiero decirte que a mi calle le hace falta una limpieza integral aunque solo sea de vez en cuando. Yo también pago mis impuestos, esos con los que tú y tus colegas cobráis a final de mes. No se te vaya a olvidar este detalle.

3.       Quiero que me digas cuando me vas a solucionar el problema del botellón en la puerta de mi cochera. Estoy hasta los bemoles de encontrármela hecha un asco cada mañana de domingo. De paso, échale un vistazo al parque de ahí abajo que está echo unos zorros y parece cualquier cosa menos un parque.

4.       Quiero que me digas que vas a hacer tú para solucionar lo del paro. Estoy viendo a gente, a vecinos míos y a muchos amigos que lo están pasando mal, muy mal por vuestra culpa y por la culpa de los otros, y eso no me gusta.

5.       Quiero que me digas si alguna vez te vas a poner de acuerdo con los otros para sacarnos de esta lamentosa situación en la que hoy nos encontramos, insisto,  por vuestra culpa (entiéndase por la culpa de todos estos de lo público. De los unos y de los otros, cada uno en su medida).

6.       Quiero que me digas, ya que estás aquí y tengo la oportunidad de decírtelo a la cara, por qué tú nunca tienes la culpa de nada y por qué la culpa es siempre de los otros. Igual y hasta me convences y termino dándote mi voto.

7.       Y por último, quiero que me digas por qué coño me molestas a estas horas. No te dijo tu madre que no hay que ir a casa del vecino a la hora de comer o de la siesta, que eso es de mala educación, o acaso eres sueco y a ti esto de la siesta no te suena de ná.

Espero haberte sido de ayuda. Buenas tardes.

Tendrá que ser así.

* Artículo publicado en Diario Ideal el viernes 20 de mayo de 2011