viernes, 24 de junio de 2011

Ya nada es como antes


Ya está aquí “la caló”. Llega como siempre sin previo aviso, si bien es cierto que se la esperaba en cualquier momento. Es lo normal a estas alturas del año. Lo que me llama poderosamente la atención es que en los telediarios sigan tratando el asunto del calor veraniego como algo extraordinariamente extraordinario. Anuncian para mañana temperaturas que en el Valle de Guadalquivir podrían alcanzar los 40 grados por lo que se activa no se que alerta por altas temperaturas. ¡Coño, pues como siempre por estas fechas!


Estamos en el sur y aquí, en Andalucía, de toda la vida cuando llega el verano, y con el “la caló”, toca sudar y dar vueltas en la cama durante las tórridas e interminables noches sin encontrar consuelo ni siquiera cuando uno sale a las seis de la mañana de casa para el tajo y el termómetro marca ya veintimuchos grados. Es lo que hay, que para eso es verano.

Ya nada es como antes, excepto lo del calor veraniego. Me acuerdo cuando mi abuela Mamalela nos preparaba el camastro en las calurosas noches de verano en las que el único consuelo que uno encontraba era darle un tiento de vez en cuando al botijo de barro colorao de Bailén mientras te mojabas la pechera con el agua que este sudaba e intentabas dormir a ratos a golpe de abanico, ya que lo tener un ventilador en el salón comedor era de gente adinerada. Todo un lujo. Era lo que había.

Los días de vacaciones una vez terminaba el colegio los pasábamos mojándonos el culo con una manguera o en un barreño de acero en el patio de la casa donde chapoteábamos con nuestros primos, y comiendo polos flas -en mi pueblo se decía sin “h”- de fresa de dos duros imposibles de tomar sin que parte del flas se derritiera y chorreara hasta el fondo del envoltorio y que cuando te lo querías beber te ponías la camiseta de Mazinger Z echa un asco, gracias a lo cual terminabas llevándote un pescozón de parte de tu madre.

Con el paso de los años nos hemos vuelto unos señoritos de cuidao donde ya no cabe dormir a pata suelta tirao en el suelo del pasillo con una manta como colchón y una almohada, sin más. Hemos cambiado el agua del botijo por agua mineral natural baja en sodio y mineralización débil, y el abanico por el Eco Climatizador multi splits con tres velocidades y función purificadora de aire con iones que proporciona oxígeno activo para limpiar el aire. Casi ná.

Lo de bañarse a golpe de manguera y barreño ya no se lleva. Ahora nos refrescamos en la piscina de la urbanización o de la parcela cuidándonos muy mucho de hacer la digestión antes de mojarnos la nuca y las muñecas y nos pringarnos hasta las cejas de protector 50, que el sol quema que achicharra últimamente por lo de la, literalmente, jodida capa de ozono.

Los polos flas no saben como antes y por eso ahora compramos bombones de chocolate blanco y cucuruchos de nata con corazón de chocolate y virutas de galleta del Mercadona que están mucho más ricos. Donde va a parar.

Pero ya llegará diciembre y los telediarios sacarán entonces a un tipo en Navacerrada al que le estará cayendo una nevada del carajo y donde el aire gélido del invierno le cortará la cara mientras este dice micrófono en mano, que hace mucho frío y que para las próximas horas seguirá nevando y las temperaturas seguirán bajo cero, por lo que se recomienda el uso de cadenas en la zona. Vamos, lo normal de diciembre en Navacerrada.

En fin… Tendrá que ser así.

* Artículo publicado en DIARIO IDEAL el viernes 24 de junio de 2011