lunes, 8 de agosto de 2011

Me gustan los lunes

Es posible que no tenga perdón, dependiendo de quien me juzgue, pero me gustan los lunes. No puedo evitarlo. El lunes es sin lugar a dudas uno de los mejores días de la semana. Lo digo en serio.

Me gusta subir las persianas a las seis de la mañana y ver como amanece el lunes después de un largo, largísimo y estresante fin de semana en el que uno se deja atrapar de lleno por la desidia del sofá y el mando a distancia mientras pasan las horas frente al televisor zapeando en busca de algo interesante que ver ahora que en agosto la ciudad duerme en su letargo veraniego bajo unas temperaturas poco soportables y con poco o muy poco que poder hacer por estos lares, gracias a las iniciativas y las brillantes ideas de nuestros gobernantes.


Es por eso que cuando el lunes asoma por el horizonte todo cambia. Vuelve el olor a madrugada y el canto del gallo a la salida de mi pueblo por la carretera de Baños. Me cruzo como cada mañana con mis compañeros de viaje mientras me dirijo al tajo y el aroma a café recién molido y a pan recién horneado inunda todos nuestros sentidos.

Vuelve el buenos días al vecino que madruga contigo cada jornada y el saludo al tipo que cada amanecer sale ha practicar algo de deporte por unas calles que comienzan a llenarse de vida mientras le ladra algún perro vespertino a su paso por sus dominios.

Con el lunes vuelven las tertulias a la radio y al café de la esquina donde se habla estos días de la maldita prima de riesgo y del partido que jugarán  Madrid y Baça el próximo domingo mientras estos de lo público continúan a lo suyo, es decir vacacioneando como si aquí no pasara nada.

Me alegra volver a ver a mi vendedor de la ONCE en la esquina de Mesones como cada mañana y  a la mujer que reparte el correo con su matinal sonrisa, como en ella es habitual.

Es el lunes un día para el reencuentro con la rutina lejos del solitario fin de semana sin liga en el que las cadenas suelen sacar lo peor de su archivo cinematográfico para castigarnos con verdaderos en infumables bodrios del celuloide.

Menos mal que nos quedan las horas compartidas con la familia, la radio y algo de lectura para sobrellevar la ansiedad que nos produce la reflexión y el análisis que nos ofrece el fin de semana sobre lo que está pasando a nuestro alrededor y lo que aun está por llegar por la inoperancia, la torpeza y la prepotencia de muchos de esto de lo público que siguen en estado de hibernación sin afectarles un carajo nada de lo que aquí pasa.

Además, sin no fuera por los lunes, no me gustarían tanto los viernes. Que le voy ha hacer, soy animal de rutina.

En fin, tendrá que ser así.