domingo, 15 de enero de 2012

Vándalos

Muchas veces me pregunto qué narices les pasa a algunas personas para que la única manera con la que son capaces de divertirse sea molestar, de manera sistmática, a todo hijo de vecino y destrozar cuando les viene en gana el mobiliario urbano que con tanto esfuerzo luego tiene que reponer el Ayuntamiento de turno que, seguro, no está precisamente para muchos gastos que digamos.



Primero les dio por los contenedores de cartón o de vidrio a los que pegaban fuego como si de una gracia se tratase sin pensar en las graves consecuencias que pueden acarrear sus actos. En alguno de esos valientes lances que estos insensatos han llevado a cabo, seguramente sacando pecho y vacilando con los colegas de lo machotes que eran cuando encendían el mechero para la bromita, el coche de un particular se vio seriamente perjudicado y gracias a la rápida intervención de los bomberos el asunto no pasó a mayores.

Más tarde fueron las papeleras y las jardineras del centro de  la ciudad las que sufrieron los caprichos y la ira de estos vándalos sin control que además se creen unos artistas del pincel como pretenden demostrar con las pintadas que, un día si y otro también, hacen en parques infantiles, fachadas y edificios varios sin importarles un carajo el valor arquitectónico o patrimonial que estos puedan tener. Sus “grafitis” son cojonudos y, que duda cabe, vienen a engrandecer la belleza nuestros pueblos y ciudades. Son especialistas en destrozar y llenar de mierda los pocos parques infantiles que estos de lo público han sido capaces de hacer en las últimas décadas, privando a nuestros hijos y al resto de la parroquia de su disfrute, y eso por no hablar del derecho al descanso del personal  que esta tribu se pasa por el arco del triunfo.

Muchos son los vecinos que observan impasibles desde sus balcones o agazapados tras la cortina del salón de sus casas como campan a sus anchas haciendo “picón” –que se dice en mi pueblo-  todo lo que encuentran a su paso. Gentes de bien que no se atreven a denunciar lo que están viendo en ese momento por miedo a que la tomen con ellos. El pánico les vence y les impide levantar el teléfono para llamar a las autoridades  competentes para que les pillen infraganti y se les acabe la tontería, al menos por esa noche.

La colaboración ciudadana es absolutamente imprescindible para acabar con esta lacra, pero la aportación de las administraciones no lo es menos. Se necesita más presencia policial en las calles a ciertas horas para que al menos sepan que aquí hay unas normas mínimas de civismo y educación que todos debemos respetar.

Afortunadamente son solo un puñado y más tarde o más temprano se acabarán aburriendo, o les terminarán pillando. Seguro.

Tendrá que ser así


*Artículo publicado en DIARIO IDEAL el domingo 15 de enero de 2012